viernes, 28 de octubre de 2016

ENTREVISTA 2016

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La revista A CONTRACORRIENTE, una revista de historia social y literatura de América Latina, publica la entrevista realizada a Guillermo Fadanelli por Emily Hind, University of Florida.

Aquí se puede leer la entrevista completa:

OTOÑO, 2016.
Inicio y fragmentos de la entrevista:

A pesar de los cinco libros de ensayos, unas seis colecciones de cuentos y las diez novelas, con
la undécima a punto de salir, y no obstante haberse quedado como finalista para el Premio Rómulo
Gallegos por Lodo (2002) y haber merecido el Premio Grijalbo para Mis mujeres muertas
(2012), Guillermo Fadanelli no atrae la atención de la crítica anglosajona. La base de datos de
MLA registra sólo diez artículos sobre su obra. La siguiente conversación contribuye tal vez la
primera entrevista académica con esta figura reconocida en las letras hispanas.
Emily Hind: Me intimida hacer esta entrevista porque oigo los chismes que circulan
en el mundo literario acerca de tus gustos por la cocaína y el alcohol.
Guillermo Fadanelli: N’ombre. No hago demasiada vida social con otros escritores.
Hay en esto de mi persona un poco de mito, debido probablemente a que no estoy
muy presente. Trato de mantenerme apartado. No me agradan las multitudes y
tampoco las reuniones de supuestos colegas, aunque no creo tener enemigos en el
medio de la literatura. Soy bastante tranquilo. No te preocupes, querida Emily.

EH: ¿Cuál es la relación entre droga y literatura?
Hind 307
GF: Bueno. Yo creo que es una relación tangencial. No es conveniente mezclar la
vida personal con la literaria. Tampoco soy un cronista de mis vicios, mas, eso sí, me
gustaría hacerme de más vicios. Y aunque en realidad poseo pocos creo que éstos
deben de ser bien cultivados, alimentados y bien tratados para que se conviertan en
virtudes. No sé si haya alguna dirección moralista en lo que acabo de decirte, pero
creo que un vicio bien tratado, aunque parezca mentira, es un vicio equilibrado y
equivale a una virtud. Existen tantos mitos al respecto de la relación entre drogas y
literatura y entre ellos se encuentra el mito del escritor que acude a las drogas o al
alcohol para escribir. Sirve la mesa con el fin de que sus vicios, los placeres
mundanos, el hedonismo, etc.…convivan y den vida a los personajes de su obra. Yo
intento no mezclar ambos mundos. Y además no me parece que el hecho de ser un
escritor alcohólico o drogadicto posea un valor por sí mismo. Me interesa un escritor
si escribe obras que me conmueven. Si además es un párroco de pueblo, o un
alcohólico ello es sólo una añadidura, una anécdota. En mi caso la relación entre
drogas y literatura no se ha presentado como un dilema importante. Lo que da
sustancia a mi escritura es el desasosiego, la necesidad de vivir e imaginarme otra
realidad. Hoy prefiero la soledad continua e íntima a la soledad demasiado ruidosa de
las noches largas.
      Hace veinticinco años fundé con un grupo de personas una revista
underground. Se llamaba Moho y los autores no firmaban sus escritos. Se trataba de una
revista en teoría sin autores, dadaísta, plagada de tintes oníricos y autobiográficos,
urbana en esencia, y digamos apasionada y juvenil: el cuerpo como campo de batalla,
el sexo, las drogas, las noches eternas, la autodestrucción—como si lleváramos a la
realidad las palabras de Pessoa, “Para comprender me destruí”. La comprensión vía la
autodestrucción. Tales impulsos se hallaban presentes en aquella revista que iniciamos
hace muchísimos años y que se tornó un punto de encuentro entre escritores, artistas
y personas comunes y corrientes. Sin embargo, mi vida como escritor, es más bien la
vida de un escritor solitario. Nunca asistí a un taller literario, pero no rehuyo a las
charlas sobre literatura. Cuando tengo que aparecer en público prefiero la
conversación a la conferencia. En fin, creo que el alcohol o la cocaína pueden
considerarse buenas formas de afectar la vida, aunque no la escritura, a pesar de que el
alcohol, por ejemplo, puede hacerte más sensible respecto a los estados del alma, al
temperamento espiritual, al conocimiento del ser humano y de su esencia, en caso de
que exista una esencia del ser humano, lo cual dudo. La literatura es un camino
distinto de la autodestrucción. [Se ríe.]
EH: Me parece curioso que durante las últimas décadas las leyes de prohibición
alrededor de las drogas continúen más o menos intactas, mientras que las prácticas
alrededor de la censura cambiaron.
GF: Sí, cuando menciono el tema de las drogas cito a Teofrasto Paracelso. Él
consideraba que el veneno era sólo la dosis. Yo creo que el término universal o
abstracto de drogas es mucho más inmoral que eficaz a la hora de describir ciertas
sustancias estimulantes. He escrito en apoyo a la legalización de las “drogas”, y
principalmente acerca del respeto que debemos mostrar por la decisión de todo
individuo a consumir cualquier sustancia mientras él no cause daño a los otros y
mientras no perturbe a la comunidad. Me parece importante conocer y reflexionar al
respecto de las sustancias que uno consume y estar conscientes de la relación íntima y
personal que uno establece con cada sustancia prohibida por el Estado. En el fondo
del asunto se encuentra la ausencia de respeto a la libertad individual y a los derechos
que el hombre tiene para ejercer sus capacidades lúdicas de la manera que desee. Y si
tuviera yo que dar una definición abstracta de literatura, diría que la literatura prolonga
el sentido de la libertad. Un escritor que es esencialmente libre a la hora de imaginar y
construir sus historias, tiene en consecuencia que oponerse totalmente al hecho de
que otros decidan acerca de aspectos tan íntimos en su vida como el consumir una
droga o beber un determinado licor. No estoy de acuerdo con la prohibición de las
drogas. Mas creo que es deseable una mejor educación pública y la existencia de
instituciones que regulen a los monopolios y verifiquen la calidad en el mercado de las
sustancias ahora prohibidas. El problema no son las drogas. El problema es la
patanería, la ausencia de diálogo, el salvajismo, el primitivismo civil y la imposición de
los prejuicios ignorantes. Los estados alterados me interesan como estímulos al
conocimiento y como horizonte de la curiosidad. Y a veces también como un camino
hacia el olvido, no de los otros sino de uno mismo. El habitar un letargo, el hacerse a
un lado y habitar en la periferia de lo que es considerado importante, de lo histórico,
de lo literario incluso.
***
EH: Yo también me río mucho [al leer] El día que la vea la voy a matar. Eres un escritor
muy humorístico. Al leer tu obra en orden me da la impresión que tal vez podríamos
inventar una etiqueta mejor que literatura basura. Me parece significativo un diálogo
en Clarisa ya tiene un muerto, justo cuando el protagonista confiesa “le pregunté sólo por
morbo” (206). ¿Qué es ese morbo? ¿Será un término más exacto que basura, ya que esos
textos se van a reeditar algún día como obra completa?
GF: Es posible que el morbo—o la atracción hacia personas y acontecimientos
desagradables—sea parte de una literatura esperpéntica o hiperrealista. Yo tomé el
nombre basura del cineasta John Waters, quien creaba personajes totalmente alejados
de la ortodoxia. Excéntricos y desmesurados. Nada formales. Él lo llamaba cine basura,
como una forma de llamarle al cine popular, vulgar, y además enloquecido. Tomé ese
nombre porque en la época de la revista Moho, varios relatos de El día que la vea la voy a
matar se publicaron en sus páginas. Había en el aire de ese entonces un deseo
entusiasta de transgredir, de ser desmesurado, y sobre todo de renunciar al canon
literario; había que considerarse efímero, carente de valor para el futuro, auto
destructivo y anti-canónico. Por eso es que nombré a mis relatos literatura basura. Por
supuesto que el humor morboso está allí, lo morboso como una especie de curiosidad
malsana, un deseo de hurgar en la vida repugnante de algunos personajes. Ahora bien,
tal como lo explico pareciera que estoy recitando un manifiesto a la manera
vanguardista de principios del siglo XX, pero existía en los editores, artistas y
escritores de Moho la necesidad de mofarse y hacer escarnio de los seres humanos; y
de no detenerse en minucias o finuras del lenguaje. En consecuencia, preferíamos los
trazos gruesos, azarosos y muy disparatados a la hora de crear personajes o escenarios
urbanos. Reeditamos El día que la vea la voy a matar en Editorial Moho. Si soy honrado,
te diría que me satisface aún su contenido pero me siento alejado de los relatos.
Yolanda Martínez, mi mujer, coreógrafa y directora de la editorial, insistió en
publicarlos nuevamente después de veinte años. El pudor es importante en un escritor
que se respete. Reconocí mi humor en esas hojas e incluso cierto temperamento
fatalista y morboso, como bien señalas: un temperamento lúdico, turbio que todavía
me acompaña.
***
Continúa:


CORPSE WITH UMBRELLA, VERACRUZ, THE FRIENDSHIP OF STRANGERS.

 
Illustration by Florinda Pamungkas
ASYMPTOTE
Publica algunos textos del libro Elogio a la Vagancia de Guillermo Fadanelli traducidos al inglés por Alice Whitmore. (Corpse with Umbrella, Veracruz, The Friendship of Strangers.)

Aquí los textos
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