ENTREVISTA CON GUILLERMO FADANELLI. 2008.


POR ROSANA RICÁRDEZ
LYON, FRANCIA.


MARTES, 07 DE OCTUBRE 2008


1. Fragmento, cuento, caos…

Guillermo Fadanelli. Hay una frase del filósofo alemán Peter Sloterdijk que dice: “gracias a que nacemos y vivimos dentro de una historia podemos contar nuestra propia historia”. Es decir, gracias a que habitamos el lenguaje y el lenguaje está allí, desde antes que nosotros, es posible obtener e interpretar un fragmento de ese lenguaje para contar nuestra historia.
El cuento, en mi caso, se encuentra más ligado el placer que al sufrimiento, a diferencia de lo que me sucede con la novela. La novela es una forma de la tragedia y las obras de largo aliento tienden a la epopeya. En cambio, en el relato me siento como en casa, me atrae la brevedad, la agilidad, la elegancia. Todo género que se acerca al silencio, como el relato, gana en contundencia; quizás por esta razón el aforismo se ha vuelto uno de mis géneros favoritos: brillar para en seguida desaparecer. Más que el cuento clásico —el cual debe crear obligadamente cierta tensión, una trama, una estructura definida para soportar la historia— prefiero el trazo, el incidente, el relato como fragmento. La idea del fin y el principio en un relato no me parece interesante. Contra la idea de nacer y morir en un momento preciso, el relato propone simular un fragmento del mundo que al mismo tiempo simula el todo.

2. Un fragmento del mundo, ¿es quizá un poco el caos? Me remito al DF, en el caos que para algunos significa.

GF. El desorden es no sólo seductor sino estimulante porque supone cierto misterio, un misterio que el orden o la construcción planeada no contiene. La vida es entropía, se desvanece por la constante pérdida de energía, es decir a causa del desorden. Ahora me vienen a la cabeza varios relatos del escritor norteamericano Raymond Carver. En ellos no encuentras frases célebres o sentencias lúcidas, pareciera que no estamos frente a un pensamiento profundo, sino a un conjunto de acontecimientos incidentales. Yo acostumbro, mientras leo, subrayar frases o párrafos que me parecen importantes, aquellos que considero los momentos trágicos o excepcionales de un relato. Con Carver no me sucede esto, al contrario, es como si su obra careciera de crestas y se representara sólo por una línea continua. Lo que hace Carver es explotar un conjunto de anécdotas que en su aparente simplismo da origen a una visión absurda del mundo (o de su propio mundo). La obra de Carver, como sabemos, muestra como nadie la constante y ridícula paradoja moral en que vive la clase media norteamericana.
Siempre que comienzo un relato —y esto te sugerirá el caos que habita dentro de mi cabeza—, no sé cómo ni donde terminará. Lo que en realidad busco es una primera página que contenga en sí misma el ritmo que prevalecerá a lo largo de la obra. Más que el caos le llamaría vagancia. El relato como una forma casi perfecta de la vagancia.

3. Con la respectiva distancia, ¿esa primera frase es quizá tan importante como la entrada en la nota periodística? La entrada como lo más importante.

GF. Sí, pero en este caso no se trata de causar un efecto planeado de antemano, sino de buscar un detonante. La primera página o el primer párrafo son un detonante y a partir de ese primer intento comienzan a llegar los invitados, es decir las páginas siguientes; es hasta entonces cuando una realidad comienza a hacerse visible. Sucedió así con Lodo, mi novela: después de que escribí la primera página y me sentí satisfecho me fui a dormir. El resto era sólo trabajar.

4. ¿En comparación Europa, en Latinoamérica el cuento ha sido menospreciado?, aun si se toma en cuenta que ambos mundos son parte de Occidente.

GF. Cuando nos referimos a las obras más representativas de la literatura latinoamericana regularmente pensamos en la novela y en la poesía. Sin embargo, cuando nombras Borges el relato se hace presente. He leído muy buenos relatos de Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Juan José Arreola, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Jorge Ibargüengoitia. quienes han llevado este género a notas muy altas. Por otra parte el cuento representa una de las tendencias más originales y más sanguíneas de la literatura norteamericana (mi favorita).

5. Existe un lirismo en tu obra. ¿Es un hincapié en la calidad de la lengua? Quisiera recordar que en aras de lo alternativo se ha dejado atrás la técnica.

GF. La técnica es necesaria pero no suficiente. ¿De qué te sirve la técnica si no tienes nada qué decir? Algo similar sucede al contrario, sin recursos literarios no existe buena obra, acaso el testimonio a medias de una pasión, pero nada más. Creo que el lenguaje es oscuridad y cuando uno escribe intenta abrirse camino en esa oscuridad. Y para ello se requiere de la técnica, pero sobre todo de la sensibilidad y la gracia. La gracia es lo más importante en literatura, y la gracia no se construye a partir de una buena técnica.
El descuido formal también posee sentido, siempre y cuando el talento se haga presente, porque de lo contrario lo refieres todo a un orden o a un conjunto de normas o de preceptos y terminas matando el misterio de la historia. Lo que sigue siendo necesario, en mi opinión, es que aparezca la voz singular del autor. Sin voz propia nada existe, y limitarte sólo a sumar ladrillos al edificio de la técnica puede apagar esa voz. En pos de las buenas maneras puedes terminar suicidándote.

6. Este descuido formal quizá tiene una constante en tu producción pero ¿no es un modo de engañar y seducir al lector, y también a la crítica? Con eso le das una bofetada cuando tras algunos años demuestras que ese lado oscuro tiene fondo, que no fue azaroso.

GF. No hay descuido formal en mi obra, de lo contrario no habría sido efectiva. El aparente descuido es premeditado y es consecuencia de la libertad con la que escribo. Creo que la consecuencia de un talento o de un pensamiento complejo, tendría que ser la sencillez, nunca debes mostrar lo que sabes y tu sabiduría (en caso de que exista) aparecerá sólo si tiene razón de ser. Esa búsqueda de la sencillez es muy importante en mi literatura. No sé si lo he logrado. El desparpajo, la informalidad, la vagancia forman el horizonte de mi trabajo literario. En terrenos del arte la anarquía es un valor, un valor que debería cultivarse sin vergüenza alguna. Claro está que la anarquía no dará siempre buenas obras, pero al menos te quitará de encima prejuicios que estorban a un escritor o a un artista.

7. ¿Lo que escribes, me refiero a relatos, novela y ensayo, ha ayudado a entenderte más o te ha ayudado a entender a México, dentro de lo denso que puede ser un país: el “caos” de México? Y pienso en el análisis del 68 (Letras libres, Septiembre 2008). ¿Te ha ayudado a entender, a ordenar o sólo a decir: ahí están los hechos y el resto le corresponde al lector?

GF. Me gusta referirme al Distrito Federal como una mala broma de Dios. Es una ciudad que desde un punto de vista razonable no debería estar en pie. Ese caos constante, ese vértigo necrológico al que está sometido cualquier habitante del Distrito Federal, produce una tensión que transgrede las fronteras de lo estético. Hay algo de locura, de irracionalidad en el hecho de vivir en una urbe de tales dimensiones. Las consecuencias de esta decisión contra natura se hallan reflejadas en mi obra.. Me atrae la idea de habitar una locura, y vivir en permanente desasosiego (aunque con los años me he vuelto más conservador y prefiero el silencio, la calma y la misantropía).

8. ¿Cómo se torna esa perspectiva desde la distancia física, has residido en Berlín, ahora estás en Lyon? Me vienen a la cabeza los acontecimientos en Morelia, hace poco, ¿cómo se ven desde lejos?

GF. Prefiero vivir lo social como parte de una tragedia personal. Evidentemente tengo opiniones políticas, pero me gustaría construir un mundo aparte desde la literatura: no un medio para escapar, sino una realidad paralela. Hay una frase del escritor húngaro —cito de memoria—, Imre Kertész que dice: “país, ciudad, patria son abstracciones que carecen de sentido, lo que en realidad una persona necesita para vivir es sólo un lugar habitable." México no es un lugar habitable, ni remotamente, y la construcción a partir de la literatura, de un espacio o de un universo alternativo a esa ciudad es indispensable para mí.

9. ¿Cómo percibes que sea aprehendida la literatura americana, en tanto continente, desde otras latitudes, desde otros continentes? Me remito a clichés. Es una realidad que existen: México, África, etcétera, paradójicamente en esta época de globalización.

GF. Hoy en día es imposible conocer a profundidad la literatura que se hace en cada país o región del mundo Nosotros sabemos poco de lo que escriben los jóvenes autores eslovacos o chechenos. Los clichés y los lugares comunes son necesarios para sobrevivir y para creer que sabemos. Por desgracia el conocimiento profundo se vuelve cada vez más lejano: la globalización nos invita a vivir sobre la superficie. Sería demasiado pedir a un lector europeo que conozca a fondo la literatura de Uruguay o México. En lo personal prefiero concentrarme en los autores y no en los países (abstracciones desconsideradas y en tantos casos absurdas). En la actualidad hay en México un grupo de buenos escritores que difícilmente será conocido en Europa, pues la publicidad, los premios, el mercado editorial, los agentes literarios, las ferias y demás no tiene que ver precisamente con la calidad y la justa divulgación. Los premios funcionan como detonadores, estimulantes, pero también son cortinas de humo. Por lo regular lanzan al ruedo al escritor menos apropiado: los premios tienen que ver con política literaria más que con el talento. Cada vez que un escritor obtiene un premio, descanso porque lo dejo de leer. Es una broma, sí, pero sobre todo un buen método de lectura.

10. ¿Es un mal necesario?, y pienso en los grupos, en los premios.

GF. Es un juego necesario. Es una estrategia de propaganda, pero son los premios y el mundo alrededor de estos lo que menos me interesa de la literatura, es lo secundario. Lo esencial, me parece, es que la literatura ponga todo lo pensado fuera de lugar, que te expulse de ti mismo, que después de leer una novela nada vuelva a ser como antes. Es un deseo romántico, pero no encuentro otra manera de que la literatura siga siendo un arte.

-Pregunta inaudible- Acerca del juego político...

Yo no sé por qué los políticos ocupan tanto espacio en los periódicos si son nuestros sirvientes, los criados de la cosa pública. Cada vez que paseo por un medio de comunicación salgo deprimido. Es como si los más idiotas hubieran tomado el estrado para guiar a una sociedad totalmente confundida. La literatura está en caída. A nadie le interesa lo que opine un escritor. El analista político toma el lugar del filósofo, todo se degrada, sobrevive la superchería y la superficialidad, el tráfico de símbolos baratos está en su apogeo. Pareciera que hay cierta melancolía en mis opiniones, pero no. Prefiero concebir a los escritores como islas, soledades o oscuridades ambulantes y no termina por convencerme el disfraz de escritor profesional o de guía moral. Me estimula no poder ir contra sí mismo, no dominar mis pasiones Los escritores más interesantes son justamente los de esta clase; te hablo de Scott Fitzgerald, Joseph Roth, Poe, Kafka, una suma de excepciones donde cada excepción es un hoyo negro. No creo que un escritor tenga un papel definido o estricto en su sociedad. Lo tiene como ciudadano o como ser educado, pero literaria o artísticamente no. De esto ya se ha hablado y escrito lo suficiente.

11. Me quedo con la idea del político como corrupto pero, ¿no causa más asco o repulsión que estos juegos tengan lugar en la literatura, dentro del seno “culto”? A fin de cuentas el mercado está dominado por grupos. Paradójicamente gracias a esos grupos han surgido revistas, pero también por ellos han terminado, recuerdo Confabulario (suplemento literario mexicano).

GF. Los escritores como los artistas se reúnen para hablar y construir utopías que la vida se encargará de destruir o degenerar. Las élites en la cultura no me molestan, son incluso necesarias. La generación de Casa del Lago, los Contemporáneos, el Ateneo de la Juventud y otras, formaron en México élites de escritores que dejaron libros importantes. Lo que, en cambio, me parece triste y desesperante es precisamente la ausencia de espacios para la literatura en los medios de comunicación. Los noticieros de los monopolios televisivos no le dedican espacio alguno a la cultura; hay espectáculos y deportes, pero las artes están abandonadas. En los periódicos las páginas de finanzas cada día son más abultadas, las dedicadas a la moda y al cotilleo también crecen, en cambio los suplementos van desapareciendo. La posibilidad de una voz crítica desde la cultura languidece y eso tiene como consecuencia un mundo menos habitable, bárbaro, insufrible.
12. Pero evidentemente estás hablando de México… y del mundo. Es increíble cómo encuentras eso en todos lados. Eso también es globalización, también ha invadido ese plano. No sé si es parte de la estupidez y la manipulación que ha corrompido eso.

GF. Concibo la globalización como un fascismo simbólico. Por una parte se abren las fronteras pero por otro lado hay tiranía del mercado. El mercado no garantiza la libertad, a veces, por el contrario, la obstaculiza. La crisis económica que se vive en la actualidad es una prueba más de que la especulación, el desequilibro en la repartición de riqueza, la ambición económica, los monopolios y el consumismo irracional no pueden traer bienestar y justicia. Ahora resulta que quienes odiaban la participación o regulación del estado en la economía piden ser salvados por él. Eso e cualquier lado se llama cinismo.



SEGUNDA PARTE:

1. Me quedé con algunas ideas sobre la nacionalidad del escritor. Hablando del escritor del escritor húngaro, ¿qué te hace pensar el concepto de nacionalidad en los escritores y en los artistas en general? ¿Existe alguna? Y extiendo el concepto a la eterna lucha entre generaciones. También para ligarlo a la existencia de grupos.

GF. La nacionalidad es un estorbo, lo que no significa que no poseas raíces o tradiciones. La lengua en la que escribes es de muchos modos una patria, pero en mi caso, y creo que en el de muchos artistas o escritores, la idea de las fronteras físicas suele ser demasiado primitiva. Las ideas, el arte o la literatura cruzan las paredes a su antojo. Imbéciles hay en todas partes, lo mismo que criminales y dictadores. Vivir en un lugar habitable es una aspiración legítima, no importa el país o la geografía.

2. Hablemos de la tragedia social. Dices que prefieres vivir los conflictos sociales como tragedias personales, pero a fin de cuentas tus libros reflejan eso o, mejor dicho, llevan a una reflexión al respecto. ¿De verdad tienes tan definida esta diferencia?

GF. Bien definido no tengo casi nada, y los libros que escribo me son extraños en buena medida. No quiero decir que haga míos los conflictos o problemas sociales, lo que hago es imaginarme un mundo individual en el que esos problemas no sean más que miseria ajena, dilemas a los que se enfrenta una sociedad de inválidos morales. Ahora bien, cuando el escritor o el artista ponen de nueva cuenta en juego los significados convencionales de la realidad, empujan a las personas a abandonar sus prejuicios y a ser testigos de la diferencia, en suma los invitan a ejercer la libertad. Eso es mucho más de lo que hace cualquier diputado o revolucionario de escritorio.

3. Parte de los clichés en el mundo es la acentuación de las diferencias. En realidad Europa, Asia y el mundo son tan diferentes de América en tanto este mundo está sumergido en una especie de porquería y globalización. Quiero aterrizar en esa fascinación por el exotismo de México, por citar algún país.

GF. México es una suma de desgracias y corrupciones. Pero no son sólo los políticos o los empresarios codiciosos los culpables, sino su sociedad. A nadie le interesa pensar, reflexionar, discutir, prefieren sobrevivir a costa de cualquier legalidad, ver mala televisión, corromperse. No hay equilibrio en la riqueza, ni conciencia civil. México es también una diversidad de regiones, climas e incluso culturas y lenguas (de allí su atractivo para el extranjero).

4. ¿Eso puede llevar a ganar terreno al español como lengua?

GF. El español ha ganado terreno y un ejemplo son los Estados Unidos donde el uso de esta lengua aumenta, sin embargo los periódicos, los libros y la cultura humanista van en picada. Y con ellos la esencia y fortaleza del idioma. La red es una alternativa, claro, pero todavía es demasiado pronto para opinar al respecto.

5. Sobre el lirismo en tu obra y el profundo respeto por la técnica -y su cuidado, claro está-, ¿cuál es el ligar del “ritmo” en tu obra?

GF. Es fundamental, no solo el ritmo o armonía de la escritura, sino el ritmo interior que a fin de cuentas es una poética singular y a veces intransferible. No me atrae la lectura en voz alta, mucho menos la poesía leída en público, el ritmo no está en el metro, sino en esa especie de oído interno del que están dotados los escritores más capaces. Una vez que encuentras un ritmo apropiado (en realidad se te impone) la novela camina por sí sola.

6. Aunque no hablas francés entiendes algunas cosas, dentro de lo posible ¿percibes ese ritmo en las traducciones?

GF. He leído mucho en francés, desde Sartre, Camus y Céline hasta la nueva novela francesa y alguno que otro escritor extraordinario (Cendrars, Despentes, Volodine). Tanto en italiano como en francés la musicalidad no me es extraña. Una lengua es una oscuridad, un nuevo mundo, así que prefiero permanecer en el hospitalario castellano. Las ideas tienen también un ritmo, como en las matemáticas; y si estás atento, puedes descubrir ese ritmo en cualquier lenguaje. Las traducciones son interpretaciones, versiones y a pesar de ello el mensaje (o los mensajes) se transmiten. A fin de cuentas quien escribe es un humano, no un pájaro.

7. ¿Qué tanto puede cambiar el discurso en un trabajo hecho en otra lengua, una que no es la original, que no tiene el mismo contexto?

GF. Depende si es un tratado técnico o una novela, la traducción es siempre una interpretación. Gadamer cree que un buen lector permite que el mensaje se abra camino y llegue a su destino. Y esto puede hacerse pese a las diversas interpretaciones. ¿Es así? No lo sé, pero al menos es una hipótesis.

8. ¿Qué hay del mercado alternativo? Esta existencia de los fanzines, las revistas underground y medios de comunicación dichos alternativos que solapan algunas “bestialidades literarias”, si acuñamos el término. Juan Bosch decía en algún ensayo sobre el cuento, hace algunos años, que fuera de la estructura y definición del cuento; todo lo demás era válido, pero no podría denominarse cuento, sólo por ejemplificar. Ayer decías que su función es otra, pero... Hablarás, claro desde la experiencia de Moho. Expláyate. ¿Estos medios alternativos pueden fungir como formadores?

GF. Moho ha sido una experiencia estimulante, sobre todo porque se ha construido en la periferia. Estar al margen tiene que ver más con la verdad que mantenerse en el centro o bajo los reflectores. El relato tiene un lugar principal en nuestra revista, el fragmento, la insinuación, el incidente, el relato breve, todos ellos forman parte de un arsenal suficiente para practicar el odio y la humildad, el desarraigo y la literatura. Una novela larga, escrita por un dios mediocre rodeado de lectores acuciosos es una imagen aterradora. La brevedad es un valor. Mantenerse en la periferia tiene sentido pues estar en el centro te hace blanco de los francotiradores. ¿Es difícil comprender eso? No, por ello algunos prefieren el mercado subterráneo, que no alternativo (lo alternativo me recuerda la dialéctica, el bien y el mal, etcétera).

9. Me llamó la atención la última reflexión que escribiste en Letras Libres sobre el 68. Al respecto, recuerdo en El laberinto de la soledad, Octavio Paz (como otros analistas) dijo que el 68 sólo sirvió para ratificar lo obsoleto del sistema, que entre otras cosas no pudo resolver el “conflicto· de la mejor manera posible (cumpliendo las demandas “menores” de los estudiantes). A casi 40 años de la gran fecha, ¿qué se puede decir? Con un gobierno de derecha, con un PRI anquilosado (quizá sólo medianamente aniquilado).

GF. El 68 fue una epopeya efímera. A largo plazo no tuvo consecuencia alguna en lo social, aunque sí en varias conciencias individuales. Me parece impropio hablar del 68 y no hacer nada para remediar las brutalidades actuales: pésima educación básica, sistemas de salud que tratan a sus pacientes como ganado, corrupción en todas las instituciones, empresarios voraces y ladrones, policía totalmente penetrada por el crimen organizado, una burguesía que ama a su país sólo porque se dedica a saquearlo, y una izquierda que más bien me recuerda al PRI de los años setenta.

10. ¿Qué debemos pensar los mexicanos cuando observamos otras sociedades, como la francesa, que también tuvieron su 68 y han vivido los años posteriores de otra manera, evidentemente diferente y con cierta evolución tanto en sus instituciones como en su esencia misma?

GF. La sociedad francesa no ha mejorado a causa del 68 francés, lo ha hecho porque sus instituciones son más fuertes (incluso después de la guerra y la invasión alemana), y por siglos de tradición humanista. La cultura ha sido predominante en Francia y aunque Sarkozy es un ser extravagante y exhibicionista no es un dictador y gobierna sobre fundamentos e instituciones fuertes. Con él o sin él Francia avanzaría más o menos por el mismo camino.

11. Vale la pena seguir reproduciendo la historia del 68, en aras de conservar la esperanza entre las nuevas generaciones. Sin embargo, ¿acaso lo que se repite no es un mito, una mentira?

GF. Te cito a Melchor de Jovellanos cuando afirmaba que él nunca sacrificaría una generación presente para mejorar la vida de ninguna generación futura. Si no hay justicia hoy, tampoco la habrá mañana. Ese es un principio que debe oponerse a los empresarios y políticos cuando hablan de un futuro mejor.
12. ¿Qué pensar de nuestra izquierda?

GF. La izquierda en México es, como todos sabemos un collage de mal entendidos, ideologías perdidas, y rebuznos históricos. Las buenas intenciones se dilapidan cuando no existe un causa o una corriente que las lleve por buen término. Entre un mesías descarado y un grupo de políticos que pactan con los poderosos, la izquierda mexicana está en medio de un campo de batalla. No tenemos alternativas. Yo me considero un socialista, no tengo propiedades, dinero, me dedico a mi escritura y soy generoso cuando puedo. Se trata de mínimos principios que cualquiera podría seguir, pero el poder es seductor y el político desea ascender socialmente y ser famoso: no es un franciscano precisamente. Todos los sindicatos están en manos de líderes corruptos que se enriquecen a costa de los trabajadores y pactan con las empresas y los gobiernos. ¿Dónde está la izquierda?: últimamente en la televisión o en el suicidio radical. No existe una izquierda moderna y el sistema de partidos es obsoleto. Y lo más grave: no hay sociedad para ejercer un cambio radical en las costumbres civiles de la sociedad.

13. ¿Qué pasa con la crítica? Y me refiero a la crítica en general: hacia las instituciones, la sociedad y, más allá, más de tu lado, a la literatura. ¿Crees que en México gozamos de este manjar, que podemos confiar en quienes la practican (si consideras que existen, y de repente pienso en la misma gente de Letras Libres)?

GF. Letras Libres, La Tempestad, Nexos y demás son revistas que albergan intelectuales, escritores, críticos. Ellos no son nuestros enemigos. Los enemigos son los criminales y los gobiernos que no hacen su trabajo, los monopolios y los líderes sindicales. Los escritores se desgastan peleándose entre sí, aunque en algunos casos sus querellas son estimulantes (recordemos a Capote). La crítica es necesaria, pero tendría que haber una sociedad receptora y dudo mucho que exista. La televisión le ha dado la voz a los más idiotas (le conviene). Si los monopolios no se disgregan y se permite la especulación y el fácil enriquecimiento no habrá cambios sustanciales. Un ejemplo es que la banca en vez de competir se une amparada por el Estado. ¿Qué obtiene? Ganancias sin trabajar, además de que no produce desarrollo y crea manías económicas nocivas. La crisis actual la han provocado los especuladores. ¿Quién es el más afectado? La clase media y los más pobres. Ha fracasado la idea del liberalismo extremo. No soy un experto en economía, pero sí un observador de la naturaleza humana, así que puedo decir que la crisis actual (yo la he vivido toda mi vida), es consecuencia de la ambición, la ausencia de generosidad civil y el deseo de enriquecerse a costa de la ecología y de la comunidad. No hay necesidad de más explicaciones. Se trata, en realidad, de una historia conocida.
**********************************************************************************


Rosana Ricárdez
rosanaricardez@gmail.com, rossanna90@hotmail.com (sólo para msn),
Rosana Ricárdez (en facebook), http://ladiariaconciliacion-rosana.blogspot.com/